¿Qué es Parke Alkosa? Como el titulo del articulo, que a continuación publicamos,dice, Parke Alkosa es una experiencia de lucha, de participación ciudadana que se lleva a cabo en el barrio de Orba del municipio de Alfafar desde hace más de 25 años. Ayer pudimos compartir con ellos un encuentro en la plaza de Argel, como en la anterior entrada comentamos, y nos contaron su experiencia, el proceso de lucha llevado a cabo y los problemas que continuamente han tenido, problemas que se han agravado desde que en 2011 el ayuntamiento de Alfafar está gobernado por el Partido Popular. El articulo que reproducimos a continuación fue escrito por Toni Valero, miembro de la Koordinadora de Kolectivos del Parke, hace ya unos años y publicado en el libro "Vivir donde quieras" (estudio sobre la viabilidad social y económica de la Renta Básica de las Iguales en el municipio de Alfafar) Un abrazo, la redacción
EL PARKE , UNA EXPERIENCIA DE PARTICIPACIÓN
Toni Valero
"El
Parque Alcosa es una población en forma de barrio dormitorio,
situado a 8 Km al sur de la ciudad de Valencia y a dos del municipio
de Alfafar. Desde que se creó, allá por los años sesenta, ha
tenido los problemas típicos de estos núcleos urbanos periféricos:
carencia de tejido productivo, desempleo, falta de servicios,
fractura social (entre un sector de la población en procesos de
empobrecimiento y exclusión y otro que, digamos, no nota tanto sus
dificultades para llegar a final de mes y pagar las letras de
aquellos productos que le hacen sentirse mejor y diferente a algunos
de sus vecinos)
En
este pueblo, desde 1985, un grupo de jóvenes que tan sólo poseía
“el ocio disponible” y que se reunía en un banco de madera del
parque público, sin pretenderlo y únicamente con la intención de
encontrar formas de supervivencia dignas, fue aprendiendo cómo
organizarse y como vender su fuerza de trabajo con la mayor autonomía
posible. Estos jóvenes pusieron en marcha un proyecto social y
comunitario con el nombre de “Nosotros mismos”. Proyecto que fue
creando riqueza social traducida en programas de apoyo social e
iniciativas sociales: comedor popular, programa de apoyo mutuo,
centro de día para menores, centro de día socio-laboral de jóvenes,
centro social, actividades socio-culturales y acciones
formativo-laborales. Desde este proyecto se apoyó y se apoya la
puesta en marcha de iniciativas de empleo (actualmente cuentan con
más de 120 puestos de trabajo en cuestiones tan variadas como el
reciclaje, la hostelería, la animación sociocultural o las reformas
y mantenimiento de casas y edificios), además se puso en marcha un
módulo de inserción sociocultural, que se dedica a la limpieza
viaria a través de un contrato que desde hace más de quince años
se mantiene con el ayuntamiento de Alfafar.
La
característica fundamental del proyecto ha sido la participación
ciudadana y la llamada economía social. Se trata de la creación de
espacios de encuentro donde distintos sectores de la población
tengan la posibilidad del reconocimiento y comunicación con ellos
mismos y con otros sectores que en realidad no les son tan ajenos; a
partir de ahí se plantean en la práctica propuestas para responder
a sus problemas: este es uno de los rasgos que dan identidad al
proceso.
Por
otra parte está la creación de iniciativas de economía social, es
decir, la puesta en marcha de iniciativas que cuestionen la
producción y el beneficio de una manera distinta a la habitual, no
tan solo que sean válidas desde el punto de vista de la rentabilidad
económica, que evidentemente también es un requisito, sino que
planteen un determinado modelo de desarrollo más respetuoso con la
sociedad, con las personas y con el medio ambiente. Se trata,
básicamente, de empresas: que no sean anti-ecológicas, que no
degraden el medio ambiente y en la medida que puedan lo protejan (de
aquí proviene la iniciativa “Els Trasters”, una cooperativa
dedicada al reciclaje), que no sean antisociales (de tal manera que
el beneficio económico, a través de la autogestión, repercuta en
los trabajadores y en la medida de lo posible en el conjunto de la
sociedad, priorizando los sectores más agredidos socialmente de
ésta) y que tengan un carácter local (frente a las grandes empresas
y multinacionales que asoman sus fauces en el municipio).
Al
contrario que otros proyectos, donde como en éste el asamblearismo o
la autogestión son sus pilares, Parke Alcosa no ha olvidado a la
administración, reservándole un papel importante: el de facilitar
los recursos para que se puedan realizar los proyectos y, en última
instancia, el control administrativo de la gestión popular y
democrática de estos recursos. Estamos hablando por tanto de un
proyecto social y comunitario basado en la economía social y en la
participación ciudadana, que plantea la recuperación de los
recursos y del poder de decisión, que hoy monopoliza el Estado y su
administración, por parte de la comunidad y los ciudadanos.
La
relación con las instituciones ha sido una continua historia de
encuentros y desencuentros. La relación con el Ayuntamiento de
Alfafar, en manos durante estos 20 años de la izquierda
institucional, siempre ha sido conflictiva. Fundamentalmente la
relación con el Ayuntamiento está centrada en el hecho de que la
limpieza del barrio se realiza a través del modulo de inserción de
la Cooperativa social del Parke, mediante una contrata que se
renovaba anualmente. A lo largo de estos veinte años ha habido
varios intentos por parte del Ayuntamiento de echar fuera a la
Cooperativa en beneficio de grandes empresas. En 1989 se intentó
realizar un concurso público y desalojar a la Cooperativa, pero se
consiguió anular el concierto y obligar al ayuntamiento a negociar
directamente con la Cooperativa. En 1992, el Ayuntamiento volvió a
intentarlo, pero, después de una huelga de hambre de ocho días,
firmó un nuevo contrato con la Cooperativa, en el que incluyó
además una actualización del presupuesto destinado a la limpieza
del barrio. En 1994 la técnica que siguió el Ayuntamiento fue la de
no pagar, para ahogar económicamente a la Cooperativa, al mismo
tiempo, la Generalitat retiraba las concesiones que permitían la
realización de talleres formativos; en esta ocasión respondimos con
otra fuerte campaña reivindicativa, marchas, manifestaciones,
ocupaciones, visita a la puerta del Parlamento Europeo en Bruselas
(en aquel momento ya estábamos intuyendo lo que estaba significando
y significaría más adelante la Unión Europea en nuestras vidas) y
por último una huelga de hambre de catorce días: todo esto hizo
recapacitar a la Generalitat y al Ayuntamiento (entonces ambas
instituciones con inquilinos socialistas) y conseguimos normalizar el
pago a la Cooperativa y los recursos para acciones formativas. En el
nuevo milenio, en 2001, el Ayuntamiento (con gobierno municipal de
PSOE e IU) decidió no renovar el contrato, prescindiendo así de la
Cooperativa, y durante más de un mes mantuvo la apuesta por el
concurso público (donde deberíamos haber competido,
“democráticamente”, con empresas como FCC) más tarde pretendió
“ayuntamentalizar” el servicio. Frente a esto iniciamos una
campaña con asambleas, concentraciones, manifestaciones y por último
una acampada frente al ayuntamiento de Alfafar (que duró seis meses)
y una huelga de hambre de catorce días; finalmente el Ayuntamiento
cedió y se firmaron los “Acuerdos de la Catedral”, en los que el
Ayuntamiento se comprometia a renovar el contrato a la Cooperativa de
limpieza y a conseguir financiación, a través de la Generalitat
Valenciana, para acciones sociales y de formación laboral y así
poder, la Cooperativa, complementar el trabajo de apoyo e inserción
social que venía realizando.
Pero
¿por qué este desencuentro entre la izquierda institucional y el
movimiento social? Podríamos encontrar unas primeras respuestas
excesivamente fáciles. A nuestro entender la izquierda
institucional, aunque hable formalmente de participación ciudadana y
de economía social, sigue con sus esquemas tradicionales, confunde
las formas jurídicas de la democracia representativa con la propia
esencia de la democracia que es la participación, sigue priorizando
la actuación política e institucional como instrumento de
transformación sin ser consciente de la relación existente entre
sociedad e intervención política. Sin transformación de la
sociedad no puede haber transformación en las leyes, aunque
evidentemente éstas también influyen sobre la propia sociedad; la
izquierda institucional confunde el marco jurídico, que no es más
que un instrumento para el cambio social, con una finalidad en si
misma (y peor aún: con un límite infranqueable) Confunde, en
definitiva, la imagen actual de la correlación de fuerzas entre los
mismos grupos sociales, que con intereses distintos pugnan en
cualquier sociedad, con lo que debería ser un proyecto propio,
imaginado, de sociedad, un sueño a alcanzar. La transformación
social es consecuencia de la concreción de valores como solidaridad,
justicia social, participación ciudadana y de una visión de la
economía que vaya más allá de la rentabilidad financiera; una
visión que cuando se plantee el problema de la socialización en el
campo productivo no confunda sociedad con Estado o con
administración, como le ocurre a los partidos políticos que
gestionan el Ayuntamiento de Alfafar, que unas veces asumen
claramente los valores de la privatización y del neoliberalismo
(como ocurrió al principio del último conflicto, cuando excluyó a
la cooperativa social con el objetivo de privatizar el servicio y
realizar un concurso público) y otras veces confunde
municipalización, que significa contar con las iniciativas sociales
del municipio, con “ayuntamentalización”: el Ayuntamiento no es
más que el ente administrativo del municipio y si que debe tener un
papel, el de impulsor y supervisor administrativo, pero no
necesariamente el ejecutor de las políticas sociales y de empleo.
Estas visiones, o bien neoliberales o bien intervencionistas, son las
que separan a la izquierda tradicional de los movimientos sociales.
La
mayoría de las veces la participación es forzosamente transgresora,
porque las administraciones ponen todas las trabas habidas y por
haber para impedir la autogestión organizativa y económica de las
iniciativas populares que se atreven a reclamar recursos y exigen
gestionarlos ( y reservan para la administración, exclusivamente, el
papel de observador, que no es otra cosa que una sana costumbre
democrática: ejercer el control administrativo, para garantizar que
nadie se aprovecha para fines privados de los recursos colectivos)
Las administraciones suelen considerar una declaración abierta de
guerra estos argumentos y cargan contra las personas que los
sustentamos con toda su artillería, que es mucha y poderosa. El quid
de la cuestión es que nuestros argumentos ponen en tela de juicio el
entramado representativo-parlamentarista, archibendecido en las
democrácias actuales, abriendo una brecha en la monolítica sociedad
capitalista."
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