miércoles, 7 de agosto de 2013

Parke Alkosa. historia de la lucha desde abajo

¿Qué es Parke Alkosa? Como el titulo del articulo, que a continuación publicamos,dice, Parke Alkosa es una experiencia de lucha, de participación ciudadana que se lleva a cabo en el barrio de Orba del municipio de Alfafar desde hace más de 25 años. Ayer pudimos compartir con ellos un encuentro en la plaza de Argel, como en la anterior entrada comentamos, y nos contaron su experiencia, el proceso de lucha llevado a cabo y los problemas que continuamente han tenido, problemas que se han agravado desde que en 2011 el ayuntamiento de Alfafar está gobernado por el Partido Popular. El articulo que reproducimos a continuación fue escrito por Toni Valero, miembro de la Koordinadora de Kolectivos del Parke, hace ya unos años y publicado en el libro "Vivir donde quieras" (estudio sobre la viabilidad social y económica de la Renta Básica de las Iguales en el municipio de Alfafar) Un abrazo, la redacción


EL PARKE , UNA EXPERIENCIA DE PARTICIPACIÓN
Toni Valero

"El Parque Alcosa es una población en forma de barrio dormitorio, situado a 8 Km al sur de la ciudad de Valencia y a dos del municipio de Alfafar. Desde que se creó, allá por los años sesenta, ha tenido los problemas típicos de estos núcleos urbanos periféricos: carencia de tejido productivo, desempleo, falta de servicios, fractura social (entre un sector de la población en procesos de empobrecimiento y exclusión y otro que, digamos, no nota tanto sus dificultades para llegar a final de mes y pagar las letras de aquellos productos que le hacen sentirse mejor y diferente a algunos de sus vecinos)
En este pueblo, desde 1985, un grupo de jóvenes que tan sólo poseía “el ocio disponible” y que se reunía en un banco de madera del parque público, sin pretenderlo y únicamente con la intención de encontrar formas de supervivencia dignas, fue aprendiendo cómo organizarse y como vender su fuerza de trabajo con la mayor autonomía posible. Estos jóvenes pusieron en marcha un proyecto social y comunitario con el nombre de “Nosotros mismos”. Proyecto que fue creando riqueza social traducida en programas de apoyo social e iniciativas sociales: comedor popular, programa de apoyo mutuo, centro de día para menores, centro de día socio-laboral de jóvenes, centro social, actividades socio-culturales y acciones formativo-laborales. Desde este proyecto se apoyó y se apoya la puesta en marcha de iniciativas de empleo (actualmente cuentan con más de 120 puestos de trabajo en cuestiones tan variadas como el reciclaje, la hostelería, la animación sociocultural o las reformas y mantenimiento de casas y edificios), además se puso en marcha un módulo de inserción sociocultural, que se dedica a la limpieza viaria a través de un contrato que desde hace más de quince años se mantiene con el ayuntamiento de Alfafar.
La característica fundamental del proyecto ha sido la participación ciudadana y la llamada economía social. Se trata de la creación de espacios de encuentro donde distintos sectores de la población tengan la posibilidad del reconocimiento y comunicación con ellos mismos y con otros sectores que en realidad no les son tan ajenos; a partir de ahí se plantean en la práctica propuestas para responder a sus problemas: este es uno de los rasgos que dan identidad al proceso.
Por otra parte está la creación de iniciativas de economía social, es decir, la puesta en marcha de iniciativas que cuestionen la producción y el beneficio de una manera distinta a la habitual, no tan solo que sean válidas desde el punto de vista de la rentabilidad económica, que evidentemente también es un requisito, sino que planteen un determinado modelo de desarrollo más respetuoso con la sociedad, con las personas y con el medio ambiente. Se trata, básicamente, de empresas: que no sean anti-ecológicas, que no degraden el medio ambiente y en la medida que puedan lo protejan (de aquí proviene la iniciativa “Els Trasters”, una cooperativa dedicada al reciclaje), que no sean antisociales (de tal manera que el beneficio económico, a través de la autogestión, repercuta en los trabajadores y en la medida de lo posible en el conjunto de la sociedad, priorizando los sectores más agredidos socialmente de ésta) y que tengan un carácter local (frente a las grandes empresas y multinacionales que asoman sus fauces en el municipio).
Al contrario que otros proyectos, donde como en éste el asamblearismo o la autogestión son sus pilares, Parke Alcosa no ha olvidado a la administración, reservándole un papel importante: el de facilitar los recursos para que se puedan realizar los proyectos y, en última instancia, el control administrativo de la gestión popular y democrática de estos recursos. Estamos hablando por tanto de un proyecto social y comunitario basado en la economía social y en la participación ciudadana, que plantea la recuperación de los recursos y del poder de decisión, que hoy monopoliza el Estado y su administración, por parte de la comunidad y los ciudadanos.
La relación con las instituciones ha sido una continua historia de encuentros y desencuentros. La relación con el Ayuntamiento de Alfafar, en manos durante estos 20 años de la izquierda institucional, siempre ha sido conflictiva. Fundamentalmente la relación con el Ayuntamiento está centrada en el hecho de que la limpieza del barrio se realiza a través del modulo de inserción de la Cooperativa social del Parke, mediante una contrata que se renovaba anualmente. A lo largo de estos veinte años ha habido varios intentos por parte del Ayuntamiento de echar fuera a la Cooperativa en beneficio de grandes empresas. En 1989 se intentó realizar un concurso público y desalojar a la Cooperativa, pero se consiguió anular el concierto y obligar al ayuntamiento a negociar directamente con la Cooperativa. En 1992, el Ayuntamiento volvió a intentarlo, pero, después de una huelga de hambre de ocho días, firmó un nuevo contrato con la Cooperativa, en el que incluyó además una actualización del presupuesto destinado a la limpieza del barrio. En 1994 la técnica que siguió el Ayuntamiento fue la de no pagar, para ahogar económicamente a la Cooperativa, al mismo tiempo, la Generalitat retiraba las concesiones que permitían la realización de talleres formativos; en esta ocasión respondimos con otra fuerte campaña reivindicativa, marchas, manifestaciones, ocupaciones, visita a la puerta del Parlamento Europeo en Bruselas (en aquel momento ya estábamos intuyendo lo que estaba significando y significaría más adelante la Unión Europea en nuestras vidas) y por último una huelga de hambre de catorce días: todo esto hizo recapacitar a la Generalitat y al Ayuntamiento (entonces ambas instituciones con inquilinos socialistas) y conseguimos normalizar el pago a la Cooperativa y los recursos para acciones formativas. En el nuevo milenio, en 2001, el Ayuntamiento (con gobierno municipal de PSOE e IU) decidió no renovar el contrato, prescindiendo así de la Cooperativa, y durante más de un mes mantuvo la apuesta por el concurso público (donde deberíamos haber competido, “democráticamente”, con empresas como FCC) más tarde pretendió “ayuntamentalizar” el servicio. Frente a esto iniciamos una campaña con asambleas, concentraciones, manifestaciones y por último una acampada frente al ayuntamiento de Alfafar (que duró seis meses) y una huelga de hambre de catorce días; finalmente el Ayuntamiento cedió y se firmaron los “Acuerdos de la Catedral”, en los que el Ayuntamiento se comprometia a renovar el contrato a la Cooperativa de limpieza y a conseguir financiación, a través de la Generalitat Valenciana, para acciones sociales y de formación laboral y así poder, la Cooperativa, complementar el trabajo de apoyo e inserción social que venía realizando.
Pero ¿por qué este desencuentro entre la izquierda institucional y el movimiento social? Podríamos encontrar unas primeras respuestas excesivamente fáciles. A nuestro entender la izquierda institucional, aunque hable formalmente de participación ciudadana y de economía social, sigue con sus esquemas tradicionales, confunde las formas jurídicas de la democracia representativa con la propia esencia de la democracia que es la participación, sigue priorizando la actuación política e institucional como instrumento de transformación sin ser consciente de la relación existente entre sociedad e intervención política. Sin transformación de la sociedad no puede haber transformación en las leyes, aunque evidentemente éstas también influyen sobre la propia sociedad; la izquierda institucional confunde el marco jurídico, que no es más que un instrumento para el cambio social, con una finalidad en si misma (y peor aún: con un límite infranqueable) Confunde, en definitiva, la imagen actual de la correlación de fuerzas entre los mismos grupos sociales, que con intereses distintos pugnan en cualquier sociedad, con lo que debería ser un proyecto propio, imaginado, de sociedad, un sueño a alcanzar. La transformación social es consecuencia de la concreción de valores como solidaridad, justicia social, participación ciudadana y de una visión de la economía que vaya más allá de la rentabilidad financiera; una visión que cuando se plantee el problema de la socialización en el campo productivo no confunda sociedad con Estado o con administración, como le ocurre a los partidos políticos que gestionan el Ayuntamiento de Alfafar, que unas veces asumen claramente los valores de la privatización y del neoliberalismo (como ocurrió al principio del último conflicto, cuando excluyó a la cooperativa social con el objetivo de privatizar el servicio y realizar un concurso público) y otras veces confunde municipalización, que significa contar con las iniciativas sociales del municipio, con “ayuntamentalización”: el Ayuntamiento no es más que el ente administrativo del municipio y si que debe tener un papel, el de impulsor y supervisor administrativo, pero no necesariamente el ejecutor de las políticas sociales y de empleo. Estas visiones, o bien neoliberales o bien intervencionistas, son las que separan a la izquierda tradicional de los movimientos sociales.


La mayoría de las veces la participación es forzosamente transgresora, porque las administraciones ponen todas las trabas habidas y por haber para impedir la autogestión organizativa y económica de las iniciativas populares que se atreven a reclamar recursos y exigen gestionarlos ( y reservan para la administración, exclusivamente, el papel de observador, que no es otra cosa que una sana costumbre democrática: ejercer el control administrativo, para garantizar que nadie se aprovecha para fines privados de los recursos colectivos) Las administraciones suelen considerar una declaración abierta de guerra estos argumentos y cargan contra las personas que los sustentamos con toda su artillería, que es mucha y poderosa. El quid de la cuestión es que nuestros argumentos ponen en tela de juicio el entramado representativo-parlamentarista, archibendecido en las democrácias actuales, abriendo una brecha en la monolítica sociedad capitalista."

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