miércoles, 7 de agosto de 2013

Manifiesto de genero sobre la renta básica

Una de las experiencias más interesantes de la marcha 30 años de Baladre, para los que fuimos de Marea Roja, fue el contacto con unas personas que se creen lo de la igualdad de géneros y la practican. La parada en Madrid-Getafe giró alrededor del feminismo y el heteropatriarcado. En ella, entre otras cosa más movidas que relataremos en otra entrada, tuvimos un debate muy jugoso que giró alrededor de un texto elaborado por las compañeras de Coordinación Baladre que a continuación transcribimos. Un abrazo, la redacción


30 años de Baladre, 30 años de Renta Básica de las Iguales para combatir el heteropatriarcado capitalista.

Dentro de las luchas de los feminismos, con sus lógicas diversidades y sus variados planteamientos, subyace, al tiempo que marca la linea de enfrentamiento contra el sistema, la persistencia desde hace siglos (e incluso milenios) del ejercicio del poder patriarcal sobre las mujeres de tal forma que lo femenino sufre una profunda e inexplicable dinámica de opresión por parte de los hombres y lo masculino entronca con total facilidad con el sistema económico liberal, nacido en el siglo XIX al amparo de la expansión imperialista europea, del que deriva el actual sistema capitalista y que ha evolucionado siempre en una curva ascendente de opresión de las personas y por ende de las mujeres.
La aparición de la “esfera de lo privado”, reservada a las tareas y modos de vida deseables para las mujeres, no responde a unos nuevos tiempos, sino que institucionaliza socialmente una ancestral manera de subyugar lo femenino. En un sistema en el que todo es objeto de compra-venta, en lo que todo se convierte de forma paulatina en mercancía y por tanto adquiere un valor económico, observamos como la vieja división sexual del trabajo adquiere una nueva dimensión, adjudica un valor preponderante a todas aquellas labores no relacionadas con los cuidados, y asocia éstos a las labores domésticas y por tanto a las obligaciones impuestas a las mujeres. De esta manera en pleno siglo XXI vemos que se ha evolucionado bien poco en la consideración y justicia social hacia las mujeres y lo femenino por extensión. Vivimos en una sociedad en la que persisten, porque se entienden como normales, las diferencias entre sexos, diferencias que se manifiestan en lo laboral, en el acceso a la riqueza o incluso en las relaciones personales, en las que el maltrato, vejación o incluso el asesinato de mujeres está al orden del día. Situación de subyugación, que no es natural aunque la arrastremos desde tiempos ancestrales, pero que es justificada, afirmada, sostenida e institucionalizada por el actual sistema económico-social y político.
Por ello, desde que nos planteábamos, en los primeros momentos de la Renta Básica de la Iguales, que ésta sería una herramienta de lucha contra el capitalismo liberal, vimos, desde el punto de vista de género, que era, también, nuestra herramienta para romper con el heteropatriarcado atávico que ha presidido la historia de la humanidad. La Rbis cuestiona el papel central que juega el empleo en el marco capitalista, destacando su incapacidad para garantizar unas condiciones de vida digna y en libertad. Idea que entronca con los planteamientos de la economía feminista, crítica con la consideración del mercado-empleo-trabajo-asalariado como elementos centrales del análisis económico clásico, tesis que obedece a una visión androcéntrica de la ciencia económica y que obvia las actividades que tienen lugar en la esfera privada o en otras en las que no media un intercambio monetario (voluntariado, trabajo comunitario, etc...), aunque estas generen bienestar, una vez que se dirigen a satisfacer las necesidades de las personas, y por ende, también generan riqueza.
Para la economía feminista, las relaciones de genero, conectadas a otros ejes de poder y opresión (clase, etnia, identidad u orientación del deseo, etc...) atraviesan el sistema económico dando lugar a la pugna de dos lógicas contrapuestas: por un lado la lógica del Capital y los mercados, que opera bajo el principio de la acumulación de beneficios; y por otra la lógica de los cuidados, que tiene como finalidad sostener la vida, satisfacer necesidades y generar bienestar.
Así, tanto la respuesta de la Rbis como los planteamientos feministas destacan la diferencia entre empleo y trabajo, considerando que en este último se encuadra una serie de actividades que se llevan a cabo fuera del mercado y que son de plena utilidad y valor social, como son los trabajos de cuidados (1). Trabajos que producen bienes y servicios necesarios para la supervivencia y el bienestar de las personas, muchos de ellos de casi imposible satisfacción en el mercado (p.e. Regulación y seguridad emocional, socialización, afectos, etc...) Por lo tanto, exceden la satisfacción de necesidades de la supervivencia “biologica” de los cuerpos y se vinculan, también, con tareas relacionadas con lo emocional y subjetivo, dirigiéndose pues a generar calidad de vida, autonomía, afectividad, comunicación, relaciones, etc...
El sistema capitalista se beneficia de todas esas habilidades, cuyo desarrollo se carga sobre las personas que asumen las tareas de cuidados, históricamente las mujeres, para tener, así al resto de mano de obra preparada para el mercado laboral.
Mediante este mecanismo, la clase propietaria se apropia de recursos que son de naturaleza colectiva, dedicándolos a sus fines individuales y de enriquecimiento. Mas los procesos de trabajo son de índole global, por lo que la producción de valor tiene carácter social, no individual (no solo interviene en la producción la trabajadora o trabajador en su jornada laboral) Hay toda una cadena productiva que es sistémica, donde las áreas de producción y de cuidados, o reproducción, van unidas. Realidad que no recogen ni el PIB y demás indicadores económicos, pues no reflejan el peso de los bienes y servicios generados por los trabajos de cuidados, bienes y servicios que, como se expuso anteriormente, van mucho más allá de la lógica utilitarista y productivista, ya que cumplen funciones de bienestar y calidad de vida.
En definitiva, si estos trabajos generan riqueza y bienestar para la comunidad, las personas involucradas en estas tareas (que potencialmente podrían ser todas si rompemos con la dañina e histórica división sexual del trabajo y, por lo tanto, con la naturalización de dichas tareas como propias de una supuesta “condición femenina”) deberían poder acceder a los recursos económicos que, de forma indirecta, producen. Así pues, es la condición de ser humano, caracterizada por la fragilidad y vulnerabilidad (es decir, demandante de cuidados e interdependencia) el elemento generador del derecho a ver cubiertas sus necesidades y acceder a unas condiciones de vida saludables. Se trata de una visión que pone la vida y la dignidad humana en el centro (punto de encuentro entre los planteamientos feministas y la base teórica de la Rbis) chocando con el enfoque liberal-burgués androcéntrico, sustentado en la independencia, autosuficiencia y la libertad y derechos individuales, aunque estos se edifiquen, ineludiblemente, sobre la explotación y sometimiento de amplias capas de población. Abre la puerta a pensar y elaborar un nuevo concepto de cuidadanía, amplio e inclusivo (las Precarias a la Deriva hablan de cuidadania)
Por contra, la interdependencia, que es posibilitadora de la cooperación entre las personas para satisfacer necesidades y lograr objetivos colectivos, entronca con la necesidad de distribución de la renta (ya que todas participamos en la producción de la riqueza) y la justicia social. Asumir la interdependencia y la necesidad de la cooperación para mantener la vida, aporta una importante potencia a la lucha y la acción política (racha, jerarquías, vanguardias, revoluciones instantáneas armamentísticas, como denunció el movimiento feminista Riot Grrrrrls)
Otro punto de encuentro entre el enfoque feminista y la propuesta de la Rbis es la cuestión de las necesidades humanas ¿Cuales son? ¿qué significa vivir bien y con dignidad? La Rbis, sobre todo a través del Fondo Común de la Rbis (el 20% del ingreso que se asigna a cada persona) fomenta que este debate se de en el seno de una comunidad, cuestionando la vigente lógica de satisfacción (y producción) de necesidades por el mercado y transfiriendo su cobertura del ámbito individual, mediante el intercambio económico, al ámbito colectivo, al incorporar en la propuesta el mecanismo de que el 80% del ingreso individual llegue a 0 y el 20% llegue a 100. El hecho de que la Rbis se asigne de forma individual, reconoce y promueve la autonomía de las personas al margen de los vínculos familiares, institución patriarcal por excelencia, disciplinadora y violenta, posibilitando el desarrollo de sus proyectos vitales y sus elecciones relacionales, afectivas y sexuales.
Todo ello nos lleva, pues, a transmitir y exigir a la sociedad un auténtico planteamiento del sistema social, económico y político que en base a una auténtica distribución de la riqueza, y no solo la material y monetaria, acepte la Renta Básica de las Iguales como herramienta para romper las disimetrias sociales y de género que persisten en la actualidad.




(1) Optamos por nombrar las actividades dirigidas a sostener la vida como trabajos de cuidados, en lugar de trabajo doméstico (porque estas actividades no siempre se desarrollan en esa esfera, p.e., las abuelas -y en menor medida los abuelos- que cuidan a niños y niñas en una plaza o parque) o trabajo reproductivo (optamos por romper con la asociación entre dichas tareas y la función -atravesada por un fuerte sesgo biologicista- reproductiva de las mujeres)

No hay comentarios:

Publicar un comentario