Por la necesidad de generar un debate sobre aquello que consideramos necesario para salir de este laberinto de opresión e injusticia que forman el Capitalismo y su aliado el Patriarcado, traemos a este blog un texto elaborado por REAS Euskadi que consideramos importante. Un abrazo, la Redacción.
REPENSAR EL EMPLEO Y LA ECONOMÍA:
POR UN 1 DE MAYO MÁS INCLUSIVO, FEMINISTA Y SOLIDARIO
REAS Euskadi
Comprobamos,
cada día, cómo la economía capitalista genera, cada vez, más
exclusión, desigualdad e injusticia. La situación de desempleo y
precarización laboral en el ámbito del trabajo asalariado así como
la profunda injusticia hacia las mujeres que existe en el ámbito de
los tiempos y los trabajos de cuidados nos ponen sobre la pista de
múltiples conflictos que se entrelazan en lo que consideramos que es
el conflicto fundamental: el del capital contra la vida, esto es, el
objetivo de la acumulación de capital, por un lado, y el objetivo
del cuidado de la vida por otro. Un ejemplo bien ilustrativo de este
conflicto entre el Capital y la Vida son los tratados de libre
comercio (TTIP, TISA, CETA...), herramientas generadoras de
desigualdad, precariedad y conflicto social y ambiental con efectos
devastadores sobre el empleo y la economía y que nos muestran, una
vez más, que el patriarcado y el neoliberalismo van de la mano y se
refuerzan mutuamente.
Una
de las aportaciones que los feminismos hacen al concepto de trabajo
es el de superar la equiparación entre trabajo y empleo, así como,
valorar todos aquellos trabajos realizados tanto en el seno de la
familia como en la comunidad, que aportan el bienestar y la
sostenibilidad de la vida. Trabajos que han sido constantemente
invisibilizados pero que son, sin embargo, los que sostienen todo el
entramado del edificio económico.
Cargas
ingentes de cuidados escasamente repartidas que enferman y empobrecen
a las mujeres y que, además, se ven como algo limitante en un
mercado laboral que las relega a sectores feminizados muy mal
remunerados y condena a la segregación vertical y horizontal y a la
discriminación salarial. Un mercado laboral, en definitiva,
exclusivo y excluyente que condiciona el acceso a las oportunidades
sociales, a la obtención de recursos y al ejercicio de derechos
fundamentales de ciudadanía.
Desde
la Economía Social y Solidaria queremos poner en el centro del
debate la necesidad de impulsar un cambio de rumbo que "relocalice"
el bienestar de las personas y el mantenimiento de un entorno social
y ambiental de calidad en el corazón de la actividad económica. Un
profundo debate que nos permita abordar las transiciones necesarias
hacia un modelo socioeconómico que tenga en su centro de análisis y
toma de decisiones todos los procesos que hacen posible que la vida
sea reproducida y tratada con cariño, desde la consideración de que
mujeres y hombres somos seres interdependientes (necesitados de
cuidados) y ecodependientes (necesitados del entorno ambiental en el
que nos desenvolvemos).
Para
ello, deberemos abordar una reorganización de todos los trabajos.
Esto supone, por un lado, que los hombres deben incorporarse a la
responsabilidad del sostenimiento y cuidado de la Vida y, por otro,
que las mujeres deben acceder al ámbito de toma de decisiones en el
espacio público, realizando entre todas, una revisión de la
masculinidad hegemónica basada en ciertas dosis de privilegios de
género a los que hay que renunciar.
Pero,
además de medidas orientadas al reparto del empleo y la mejora de
las condiciones laborales, debemos trabajar por un empleo inclusivo
que garantice el ejercicio pleno de los derechos sociales de
ciudadanía para todas las personas.
Se
trata de crear ecosistemas de economía transformadora y poner en
marcha medidas que estimulen su desarrollo, y también, de apostar
por la inclusión social como una prioridad, impulsando todos los
instrumentos que garanticen una protección social adecuada y
suficiente para toda la ciudadanía, especialmente para aquellas
personas que se encuentran en situación o riesgo de exclusión
social. En este contexto, es especialmente relevante la
reivindicación del derecho a unos ingresos no condicionados y
suficientes para una vida digna que permitan el desarrollo de todos
los derechos de ciudadanía y participación social, así como en la
reivindicación de un sistema de protección social universal,
inclusivo y de calidad.